El niño y la bola es una ONG que tiene dos sedes, una en Nicaragua
y otra en Costa Rica. Está fundada por un guatemalteco y se dedica a organizar
grupos de apoyo para los niños de familias más necesitadas, concienciar a los chavales y sobre todo a sus padres, de que el estudio es quizás la única
salida para poder ofrecerles un futuro mejor.
Me di cuenta, nada más entrar en el bus, de dos cosas:
1. De que el fotógrafo contratado para los flyers de los anuncios de la compañía era
BUENÍSIMOOOO!!!. Porque nada de lo que había en ellos lo tenía el bus al que me
subieron.
2. El haber pagado un billete "Ejecutivo". No implica el
que vayas a viajar más cómodo.
Todo, desde los asientos desfondados, el olor a "Esto no lo
hemos limpiado", hasta el desayuno prometido por viajar en
"E-je-cu-ti-vo". Todo, era de lo más demencial. Por no hablar de la
bronca que tuve con la """azafata""" (con
múltiples comillas) por quererme cobrar 18 dólares en vez de los 10 que se
suponía tenía que pagar para entrar en Nicaragua. ¡Ay! Tica Bus... ¡¡Cómo te
añoro!! Esto me pasa por ir de pija por la vida y querer viajar con cierto
lujo...
Llego a Managua y allí me espera Erlin, un muchacho que es todo
sonrisa y director de la ONG en Nicaragua. Cientos de taxistas me rodean para
sacarme un viaje. Yo miro a Erlin preguntando... el niega muy serio y les va
apartando como moscas y salimos a la calle. - Estos te cobran mucho más caro --
me dice. ¡Qué a gusto y a salvo se encuentra una cuando va de la mano de un
lugareño!. Me presenta a Esmeralda, una chica de 23 añitos muy simpática que es
su mano derecha en la organización. Cogemos un taxi y vamos a la Universidad de
Nicaragua. Es donde estudia Esmeralda y Sandra, la hermana de Erlin. Allí es
donde me quedaré las dos noches que pase en Managua.
Qué decíros de los dormitorios de la Universidad. Me imaginé
a mis primas pequeñas, que ahora están estudiando, metidas en una habitación
así durante toda la carrera. Agua fría por supuesto, en Nicaragua, me dicen,
nadie tiene agua caliente. ¡Para qué!, me preguntan perplejas las chicas. Los
camastros seguro fueron reciclaje de la “Mili” cedidos por el ejército español,
el lavabo es a su vez la pica donde lavan la ropa y tendedero. Hay que aclarar que se trata de la Universidad más prestigiosa de toda Nicaragua.
Me di cuenta rápido de la capacidad que tiene el ser humano en
adaptarse. Yo venía del mayor de los lujos en El Salvador para acabar en la
celda de un cuartelillo cualquiera con techos de chapa y agujeros mútiples para que los
bichos nicaragüenses pudieran colarse y resguardarse del viento. Pensé que no
aguantaría dos noches allí y me equivocaba, todo es cuestión de acostumbrarse.
La segunda noche fue como si hubiese vivido allí toda la vida… bueno… no tanto,
pero no fue tan malo como en un principio pensé. Al final organicé una sesión de cine Español. Para empezar “¡Ay Carmela!” de Carlos Saura, ¡gran
película!, para luego darles una pequeña clase de historia para que entendieran un poco
lo que fue España.
Vamos a grabar al poblado donde El Niño y la Bola se reúne. Está
dentro de la misma Managua, más que un poblado es un barrio, pero al adentrarse
da la sensación de estar en medio de las montañas, parecido a cuando estuve en
el poblado de Guatemala. Familias sumamente pobres que viven en un mundo
completamente ajeno al resto de la ciudad.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgD1sbxCp4XqI1_92iXU9dfz2V7WkNQGgVBlUxkR_JzOBSaPQKMGcVuMsILlClSKzxXciicV3VohhQ33p7hh2_kbA7I3L9bwreshcDluL5ICcQ3-_itJGnmIKT3aJ4FbV2yTXQX-tjvB70/s1600/IMG_1977_XS.jpg)
Marchamos a la Isla de Ometepe, voy acompañada por Erlin. Para
llegar esta es la lista de tranporte a utilizar:
-Taxi de la Universidad a la estación de autobuses.
-Autobús de Managua a Rivas.
-Taxi de la estación de Rivas al puerto de Rivas.
- Barco de Rivas a la Isla de Ometepe
- Autobús del puerto de Ometepe que te deja en medio de la nada.
- En teoría coger otro autobús que te lleva desde “en medio de la
nada” a Santa Cruz, el pueblo donde estaré alojada. Si no, caminar unos 5 kilómetros.
Me gustó, la verdad, desde que emprendí el viaje siempre quise montarme en uno de esos autobuses llenos de colores, pero todas las guías e incluso la web de la embajada española te sugieren que nunca los utilices porque son peligrosos. Yo como voy con Erlin estoy tranquila.
El autobús público es dos veces más pequeño en todo, en los asientos, en el pasillo... y va cuatro veces más lleno. Se suben y bajan miles de personas, constantemente, empujándose, aquí ese es el deporte nacional y nadie se molesta. Me impactó la paciencia que tiene la gente de aquí al dejarse tocar. Uno, que va de pié, puede estar sentándose literalmente en tu hombro, que vas sentada, y nadie se queja. ¡Eso sí es apoyarse unos a otros!
A mitad de camino suelen subir un grupo de comerciantes vendiendo todo tipo de cosas: cacahuetes, tortitas, pulseras, relojes, pollos, cambio de divisas... Todos con sus cestas en la cabeza, empujando a todo quisqui, haciéndose sitio y alzando la voz para que el bus entero, embutidos como sardinas, sepa el tipo de mercancía que lleva. Es literalmente un mercado ambulante.
La isla de Ometepe está
formada básicamente por dos volcanes unidos por una lengüeta que es una playa
larga que da al lago. Uno de los volcanes está activo, el otro tiene en su
vértice un lago. Cuando los primeros españoles llegaron, me cuentan, bautizaron
al lago como “El mar dulce” es tan grande que no se ve el final de éste y
parece, efectivamente, que estás en el mar. Incluso yo sabiéndolo, cada mañana
al zambullirme en él, sacaba la cabeza con asombro por la impresión que me daba
al no apreciar la sal del mar.
La isla es bastante turística en comparación con otras partes de
Nicaragua, pero todavía está por explotar. Da la impresión de que pudiera ser
la Ibiza de los años 60 cuando todavía casi nadie la conocía. Ometepe está llena de
mochileros que se dedican a hacer macramé y dan un pintoresco color al
lugar.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjC5OW9W9IAUSL_4svx5dPmxysoEdJKmhGDuExgqc3RAHz9wWIViVrhy27MGAZGbaHduwh3IeyAvZ3Q2jxAmwjgS75Z3fhJ1oSQwOMEiRvqSZJpwjhMS8I7C9KPBJ4uiB5A5yzHI4WYso4/s1600/2014-02-21+08.00.02.jpg)
Grabamos una reunión de el niño y la bola. Un grupo de pre-adolescentes
tímidos ante mi cámara tratan de explicar lo que es el grupo. Hecemos alguna
entrevista a padres de la comunidad. Me sorprendió doña Fátima, una madre de
muchos que trata de concienciar a sus hijos para que estudien y no acaben como
ella. Embarazada joven, sin estudios y trabajando en el campo.
La inteligencia y lucidez de Doña Fátima es lo que haría falta para cambiar la situación de alguna de estas familias. -- “Yo le digo a mis hijas, la tierra te la pueden quitar, pero los estudios… eso, eso no te lo quita nadie”. Dice Doña Fátima.
La inteligencia y lucidez de Doña Fátima es lo que haría falta para cambiar la situación de alguna de estas familias. -- “Yo le digo a mis hijas, la tierra te la pueden quitar, pero los estudios… eso, eso no te lo quita nadie”. Dice Doña Fátima.
Jose Alberto, que tiene un restaurante que es una pequeña chocita donde atiende a tanto gatos, perros, caballos, gallinas como a clientes, todos en un minúsculo patio con sillas de plástico de la Cocacola, me hace precio siempre que voy y me avisa cuando tiene buen pescado. Me encanta eso de los pueblos.
Conozco a un chico, 30 años, al que llamaré Sargantana (se que a Sargantana le molestaría muchísimo que
revelara su nombre, así que como lo prometido es deuda no lo mencionaré ni
pondré fotos de él). Sargantana nació y creció en Ometepe y prácticamente no ha salido de allí, solo en un par de ocasiones a Managua (a 3 horas), a León (a 5 horas) para ir al dentista y una
temporada a Costa Rica buscando algo de trabajo donde tuvo que vivir en la
calle. Sargantana ha nacido en el lugar indicado, no creo que pudiera vivir en otro lugar, por eso le he bautizado así, él es como las Sargantanas de la
Isla del Aire en Menorca que dicen cambian de color y mueren si las sacas de allí.
A Sargantana le apasiona cultivar en su huerto, la naturaleza, cuidar de sus
caballos. Sube el volcán todos los días hora y media caminando hasta llegar a sus tierras y lo que más le
gusta es regresar al atardecer, después de trabajarlas, porque es cuando más siente una conexión
con la naturaleza, dice.
Sargantana desconoce como funciona el email, se lo intento
explicar pero se que es en balde, -- Para qué tener un mail, me dice. --Pues para seguir en contacto con otra gente… -- pero para qué, me contesta, que vengan a verme si quieren contactar…
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqlysSsHNpcLeV0mnNQgPn_V7Jc74yhS0xdIeL-AgDmwAG06Y_m3L4XooaymxiANhCJU5zhl0RdJzZi7r6ezdKG-9lv46QrN6x9rvM1rzQOLuYpAyQUQr8YWeMIRDNQLutcC-SBgik8hw/s1600/2014-02-20+15.26.12.jpg)
Cuando me pregunta que a qué me dedico le digo con el pecho
hinchado ¡Al Cine!. Se me queda mirando, sin comprender, como esperando más
explicación.
- ¿Se gana bien en el cine?
- No, nada, no gano nada de dinero…
- ¿Entonces, por qué lo haces?...
Voy a responder esa misma contestación que tan bien aprendida tenemos todos los que nos dedicamos a esto o a cualquier disciplina artística, pero me doy cuenta de que esa respuesta es tan estúpida como haber tratado de abrirle una cuenta de Gmail a Sargantana… me quedo en silencio, me ha dejado sin palabras.
- ¿La verdad?, no se por qué me dedico a esto… ¡Vaya pérdida de tiempo ha sido mi vida, ¿verdad?. -- Él ríe.
- Es que no entiendo…
- Yo tampoco, Sargantana, yo tampoco.
Cuando le enseño fotos de Menorca me dice que es una ciudad con grandes edificios, le sorprende... Entonces le enseño fotos de Nueva York... Se queda mudo, pero no por la misma razón que el resto de la gente que conozco. - Pero... ¿porqué la gente querría vivir a lo alto, por qué no a lo ancho?... no entiendo nada, me mira desconcertado. Eso me hace pensar en mi minúsculo apartamento en Nueva York, en mi diminuto cuarto y en la cantidad de dinero que gasto para poder vivir ahí.
- ¿Se gana bien en el cine?
- No, nada, no gano nada de dinero…
- ¿Entonces, por qué lo haces?...
Voy a responder esa misma contestación que tan bien aprendida tenemos todos los que nos dedicamos a esto o a cualquier disciplina artística, pero me doy cuenta de que esa respuesta es tan estúpida como haber tratado de abrirle una cuenta de Gmail a Sargantana… me quedo en silencio, me ha dejado sin palabras.
- ¿La verdad?, no se por qué me dedico a esto… ¡Vaya pérdida de tiempo ha sido mi vida, ¿verdad?. -- Él ríe.
- Es que no entiendo…
- Yo tampoco, Sargantana, yo tampoco.
Cuando le enseño fotos de Menorca me dice que es una ciudad con grandes edificios, le sorprende... Entonces le enseño fotos de Nueva York... Se queda mudo, pero no por la misma razón que el resto de la gente que conozco. - Pero... ¿porqué la gente querría vivir a lo alto, por qué no a lo ancho?... no entiendo nada, me mira desconcertado. Eso me hace pensar en mi minúsculo apartamento en Nueva York, en mi diminuto cuarto y en la cantidad de dinero que gasto para poder vivir ahí.
Sr. J. es otro espécimen de la isla, muy diferente a Sargantana, con solo 23 añitos, es todo un borrachuzo que acaba de tener un hijo con una turista Austríaca de 26. Los suegros
austríacos le pagaron hace poco un billete para viajar a Europa y que pudiera
ver nacer a su hijo. De paso le contrataron en su finca para que trabajara en
el campo. Sr. J. estaba muy contento porque encima le pagaban a $5 la hora y
había conocido Austria. Ahora Sr. J. ha regresado a la isla para hacer lo mismo
de siempre. Trabajar en el campo por el día y emborracharse y ligar con
turistas por la noche.
Conocí a Morgan, 48 años, un irlandés ya pasado de todo (en todos los sentidos) que llegó a la isla hace 8 años, compró tierras y montó un hotelito monísimo, “Little Morgan”. Su hotel está compuesto por multiples cabañas contruídas sobre árboles. Todo hecho con troncos muy robustos. Vistas espectaculares. Lo único malo es que se llena de extranjeros, la mayoría Alemanes. Hay fiesta todas las noches en “Little Morgan”, donde los guiris se emborrachan y a su vez son robados por algunos avispados lugareños mientras danzan ebrios bajo las estrellas o cuando duermen la mona, pero Little Morgan es un gueto en la isla que no me interesa nada. ¿Para qué viajar entonces?, Yo prefiero mi hotel, regentado por Nicaraguenses.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilCPBxu4Y2AyXdiaAIYM5m9v-UlnK7M3Jnov0XxBuslDB1Kao90G8HlyN-D6RQnij6CjPXGKiKNL1t-aWYVTvzvZQOcUX93hqA_X-MLddZeIuW1aNjBMq_jvy8tcNLHG6mjfbS5Db6GRo/s1600/2014-02-20+15.27.48.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1_Esmp25HkgDDhVIkZckLJfDuPu2GUJqt-ycNAYMFMvWUdXsQE9u-HdUdnKacZ6UaUoBQasinbPoBmuRoft7e4JSxIEO4yDwshNOVFLw7Jf6H8porkQ83l0BnwgtRMvOqLS2L7nzm5-M/s1600/2014-02-19+14.22.49.jpg)
Conozco a D.R. un artista Salvadoreño al que me gané su respeto cuando le dije que había visitado Soyapango, el barrio tan terrible de El
Salvador. - ¡Ey chicos, ella (señalándome) fue al barrio donde cuando entras,
nunca sales!... ¡Y salió vivita!. Todo el grupo se gira para observarme y
yo levanto los brazos victoriosa por mi gran hazaña. Lo que evidentemente evité
decir es que visité Soyapango con coche blindado.
D.R. me explica que él expone
mucho en El Salvador, cuando le pregunto que en qué galería o museo, justo
antes de acabar mi frase, me doy cuenta de lo ridículo de mi pregunta… -- No,
no, en la calle, yo expongo en la calle, que es donde más publico hay .. D.R.
ríe a carcajadas. – Yo no soy como esos cabrones. Cabrones son esos que se las dan de
artistas… -- me explica.
A la mayoría de esta gente la conocí en mis sesiones diarias de
playa y sol. Me di cuenta de que los Ometepeños son muy curiosos. Se acercan y
te preguntan. ¿De donde es usted?... tu contestas y se quedan a tu lado como
tres minutos callados, mirando al horizonte… con lo que tu haces lo mismo por no saber qué hacer… (Tres minutos después): ¿Y
le gusta la isla? – Sí, le contestas… Otros tres minutos en silencio observando
el horizonte. Y así te puedes pasar todo el día, porque no se van, ¡no se van
ni pa tres! Preguntando y meditando tu respuesta… La mejor solución que
encontré si quería estar sola (porque a veces esas charlas podían durar horas y
había que cortar de alguna manera), era tumbarme, ponerme las gafas de sol y
hacer ver que no había nadie allí. Al cabo de los 3 - 5 minutos de silencio de
rigor se despedían amablemente. Pero gracias a esas charlas, la siguiente vez que
te veían por el pueblo, ya eras considerada una amiga, y así te presentaban.
El día que conocí a Sargantana me invitó a ir una noche a el Zopilote un bar-restaurante,
cabañitas en medio del bosque, donde se reúne toda la gente jóven.
Partimos, noche oscura por el campo. Él que tiene ojos de búho iba delante sin linterna, caminando en plena oscuridad. Mi séptimo sentido, que es el de la responsabilidad, empezó a disparar su
alarma… ¡Serás gilipollas!, ahora se girará, te agarrará y te robará… o lo que
es peor… ¡¡te robará y te violará!!… Yo detrás con mi linterna, sudando como un
pollo y observando atentamente la silueta de Sargantana por si hacía algún
movimiento sospechoso. Campo, campo, campo. Árboles. Campo… No se escucha nada,
sube montaña… Sube montaña...
- ¿Y esto… donde está?... porque yo no escucho nada, pregunto.
Como buen isleño su contestación llega 3 minutos después de un largo e inquietante silencio… Ya, llegamos… Pobre Sargantana si él supiera lo que llegué a pensar de él en aquél trayecto…
- ¿Y esto… donde está?... porque yo no escucho nada, pregunto.
Como buen isleño su contestación llega 3 minutos después de un largo e inquietante silencio… Ya, llegamos… Pobre Sargantana si él supiera lo que llegué a pensar de él en aquél trayecto…
Evidentemente no ocurrió nada, porque a parte de que tengo un muy
buen séptimo sentido, el que tengo más agudo, no es ese, sino el de
la intuición y Sargantana resultó ser lo que imaginaba, uno de los seres más nobles
que he conocido y su ingenuidad, que es
la de un niño, jamás le hubiera permitido imaginar que alguien pensara el tipo
de cosas que yo llegué a pensar.
En Ometepe decidí pasar el día de mi cumpleaños y la verdad es que
me alegro, lo pasé tal y como yo quería, en la playa y rodeada de agua. Cada
vez siento más esa necesidad, la de estar cerca del agua, lo cual me hace
sospechar que es la edad, donde todo es un círculo y siempre se vuelve al
origen, en mi caso a Menorca. ¿Me estaré haciendo vieja?....
¡¡¡Ahhhhhhh!!!
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiiXCvzsrR6Eo5bXDl27e9j8eHedyDGufpsNSjZiMAAWhuF97glBiuw2iQRQXhVqfPjUVn5q6WYyyXsIPReQi_X-n35OPppZ9roQ3mnTCmuEYKgX-_ZLKZIkvT4kahm2T8KzmiW8SYdvQ/s1600/2014-02-21+07.42.33.jpg)
Me da mucha pena dejar Ometepe, pero ya he alargado muchos más
días de los que pretendía. La ONG en Costa Rica no contesta y esa ha sido la
excusa perfecta para quedarme más.
Y es que las cosas siempre ocurren porque tienen que ocurrir. En mi espera, recibo una tentadora invitación. Mis amigas, Eva y Eli, las que están en Guatemala, van a ir ese fin de semana a la Isla de Utila, Honduras, un auténtico paraíso por lo que dicen. Al principio me niego, yo debo seguir mi ruta, sería una tontería volver para atrás y luego volver a cruzar todo Honduras y Nicaragua hasta llegar a Costa Rica, pero por otra parte, nadie me contesta allí.
Y es que las cosas siempre ocurren porque tienen que ocurrir. En mi espera, recibo una tentadora invitación. Mis amigas, Eva y Eli, las que están en Guatemala, van a ir ese fin de semana a la Isla de Utila, Honduras, un auténtico paraíso por lo que dicen. Al principio me niego, yo debo seguir mi ruta, sería una tontería volver para atrás y luego volver a cruzar todo Honduras y Nicaragua hasta llegar a Costa Rica, pero por otra parte, nadie me contesta allí.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipC6CXnYKxndW8m-JOsB6OaBzVlRYr95KrwFmHaeGw7Cdh7Os2Ms-G3QagD_d6utRGEmZRsqUteXvC2BHsiELZVhGegYiEutJgg9djevCY0RqQFtm75rcBJ1NM7f4FyZ-5GWDFiEIAYjc/s1600/IMG_1997_XS.jpg)
Así que decido ir a Utila a pesar de que es una auténtica locura,
es cruzar en una semana, medio centramérica dos veces. Pero me atrae la idea de cambiar de planes en un minuto y traicionar a mi Yo
responsable. Aunque se trata de una traición a medias, y es que es muy difícil,
a esta edad, cambiar.
Rápidamente mi Yo responsable fabricó, como suele hacer siempre,
la excusa perfecta para dar rienda suelta a alguna de mis locuras. Llamé a una
de las ONG, la que me dejó colgada cuando estaba en Guatemala, y que opera en
Honduras, justo en San Pedro Sula, donde me tengo que reunir con mis amigas, y
les digo que me ha surgido un imprevisto y que al final, si ellos todavía
quieren, puedo grabarles el reportaje. Mi intención es ir un día antes, grabar
el vídeo y luego reunirme con mis Eva y Eli. ¡Zás! Mi mala conciencia por querer
hacer una locura desaparece de inmediato.
Ese mismo día tengo que avisar al hotel de que me marcho en unas
horas, hacer la maleta y despedirme de todo el pueblo de Santa
Cruz. Jose Alberto, Sargantana, Sr. J., D.R. … Me da una pena enorme marchar. Me despido
de la playa, de sus sapos que croan al anochecer, de su cielo estrellado… Marcho
de madrugada con el corazón encogido viendo alejarse la isla con sus
preciosos volcanes que sin percatarse de mi ausencia amanecen apaciblemente en el lago Nicaragua.
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