miércoles, marzo 26, 2014

FUNDACIÓN BAHÍA DE PORTOBELO, PANAMÁ

Utila ha sido una maravilla pero es hora de seguir mi camino. Me pongo en contacto con Aurora, una de las fundadoras de la Fundación Bahía de Portobelo que organiza diversas actividades para los niños de la zona.

                                             Portobelo
Desde que emprendí este viaje, no se por qué pero tenía muchas ganas de visitar Panamá, de algún modo sabía que me iba a encantar, y así ha sido.

Aurora me explica que tendría que llegar a Portobelo antes del 15 de Marzo porque hay un festival del Congo, para ser mas exactos es el Festival de la Pollera. Los habitantes de Portobelo provienen de esclavos o mejor dicho esclavizados venidos de África como les gusta definirlo aquí, porque ellos eran hombres libres que fueron obligados a ser esclavos. Por alguna razón el Congo fue más popularizado y se ha generado en el pueblo una corriente artística muy interesante que plasma su cultura. Aurora me dice que no me lo puedo perder y le hago caso.
                       
Mi intención era viajar hasta Panamá en autobús porque es el medio más barato, pero se tardan tres días en llegar. De Utila tendría que coger un barco a La Ceiba, luego en autobús hasta San Pedro Sula y dormir una noche allí. Coger un autobús al día siguiente hasta Managua, Nicaragua y dormir otra noche en la ciudad. Al día siguiente coger otro hasta San José, Costa Rica y de nuevo hacer noche, para el día siguiente coger el que te lleva a Panamá.
En fin, que a parte de un coñazo de viaje, no me quería perder el festival, así que decido tirar la casa por la ventana e ir en avión.

Al llegar al aeropuerto me dicen que si quiero volar a Panamá tengo que comprar un billete de salida del país, cosa que no había hecho. Si no quiero perder el vuelo tengo que comprarlo ahí mismo y rápido. Yo intento explicarle al de la compañía que me es imposible pagar en ese momento, que necesito más tiempo para buscar ofertas, que no tengo "plata". No hay nada que hacer, así que tiro de mi visa para comprar ya mi billete a cuba y regreso a Nueva York. La visa empieza a echar humo quemando las manos del cobrador de la compañía de vuelo ¡Qué dolor!... Ya se lo dije yo, señor, ya se lo dije...

Llego de noche a Portobelo pero la bahía ya me enamora. Para llegar a la casa de Aurora, convertida en Hotel, tenemos que cruzar en barca. Todo está en calma, la noche estrellada, la bahía como un espejo donde se refleja la luna que nos indica el camino a seguir, no puedo ser más feliz en ese momento. Se que voy a estar a gusto aquí.

En Portobelo pasaré unos 10 días conociendo el pueblecito que se trata de una calle principal y alguna que otra callejuela. Todo el mundo se conoce. En Portobelo la gente parece algo tímida, pero solo he de nombrar a Lourdes, una española ya convertida en panameña que vino a trabajar en la fundación hace dos años, para que la gente se abra y me mire con otros ojos. Me encanta. Como siempre vuelvo a mi niñez, en el fondo creo que es lo que me gusta, que me conozcan en la panadería, en el ultramarinos, caminar por las calles y que te saluden al cruzar, que todo esté a 5 minutos...

                    Artesano de Portobelo
Portobelo tiene una historia muy interesante, fue descubierta por Cristobal Colón en su cuarto viaje e impresionado por su belleza le dio el nombre de "Porto Bello". Portobelo fue cobijo de piratas como Francis Drake quien murió aquí, dicen que sus restos están hundidos en el fondo de la bahía junto a un gran tesoro. 

Me presentan a Rui, un portugues que vino hace unos años también para trabajar en la fundación. Él es el que dirige la "Escuelita de Música", unas casitas donde todos los niños de Portobelo pueden ir a aprender a tocar cualquier instrumento gratis. Vienen profesores voluntarios a impartir clases y he de decir que han creado un grupo estupendo de niños, la labor de la fundación es increíble porque les han sacado de las calles, les han mostrado un nuevo medio para expresarse, la música, les han inculcado responsabilidad, compromiso con el grupo y sobre todo, una de las premisas de la escuelita, es que haya un respeto entre todos, que sea un grupo consolidado, que se ayuden entre sí, porque si no lo hacen ellos, difícilmente lo harán otros.


Lourdes y Rui son las personas con las que trabajaré estos días. Rápidamente cuando se enteran de a qué he venido se lanzan como víboras a aprovechar mis servicios. Son dos personas con grandes ideas, con muchas ganas de trabajar, de generar proyectos, tanto es así que a medida que hablo con ellos van surgiendo más y más ideas de vídeos que podríamos grabar. Así que lo que se suponía iban a ser diez días relajados se tornó en diez días de actividad, pero a mi no me importa, es más, me inspira cada idea que tienen, a eso he venido y ya va siendo hora de que trabaje un poquito después de las increíbles vacaciones en Utila. Lo único malo es que me van a faltar días para hacer todo lo que pretendemos.... ¡va a ser que tendré que volver a Bahía de Portobelo!...

                      Antonio en pleno rodaje
La fundación a parte de la escuelita de música, tiene una galería de arte que dirige Lourdes, La Casa Congo. En ella se exponen obras locales de diferentes artistas de la zona. Todo el dinero recaudado es para la fundación y para reinvertirlo en nuevos proyectos y a la vez ayudar a los artistas a obtener algunos ingresos. A parte la fundación tiene dos hotelitos muy monos que dan a la bahía y un restaurante, al igual que la galería, el dienero es para la fundación y con ello ayudar a la comunidad. Una curiosidad es que todos los muebles y objetos de decoración están hechos por artesanos de Portobelo. En el hotel de Aurora hay una serrería donde éstos trabajan tanto para los hotelitos como para la galería. 

                                                                                                        Alexis

También se imparten talleres de arte, ayudas a artistas de Portobelo, clases de inglés, se organizan excursiones a la ciudad de Panamá donde los niños pueden asistir a diferentes conciertos, también se imparten clases de baile típicos Congo, de canto y montajes de espectáculos donde los niños de la escuela tocan en frente de todo el pueblo.






La fundación está muy involucrada en las actividades del pueblo, de echo es una de las organizadoras del festival de la Pollera, un espectáculo sin igual donde todo el pueblo se viste con los trajes típicos congo, se sube en barcas y desfila por la bahía.

                              


Una de las actividades que hicimos que más me gustó fue grabar varios videoclips para la escuelita de música. Al principio era yo la que dirigía todo el cotarro. Nos prestaron dos cámaras más, así que con la mía ya teníamos tres. Yo tenía que montarlas  y organizar a los chavales, pero vi el cielo abierto cuando un par de niños que no tenían que tocar se apelotonaron curiosos frente a ellas, así que rápidamente les nombré mis ayudantes. Al final ya eran ellos prácticamente los que dirigían, les dejaba elegir encuadre, dar alguna dirección a los músicos y también, ¡cómo no!, portear el equipo, así que yo feliz. Quiero nombrar a mis dos ayudantes quienes se portaron como unos campeones y mostraron tanto interés en aprender mi oficio, Antonio y Alexis.

Al final del día fuimos a playa Huertas a rodar un videoclip de danza "Zaracundé" con trajes típicos Congo. ¡Impresionante!

                            Jorge en el rodaje del corto
         
El último día y ya con las prisas rodamos un pequeño cortometraje con un niño muy talentoso de la escuelita, Jorge. Todo lo que hace Jorge, lo hace bien, tocar la percusión, la trompeta, bailar, cantar y ahora en su nueva faceta como actor he de decir que hacía las tomas a la primera, cualquier dirección que le daba la hacía perfecta. No se como saldrá el corto, pero grabamos unas imágenes de un Portobelo precioso pero a la vez real, tal y como quería Rui, porque no se trata solo de enseñar lo bonito, sino también de enseñar la cruda realidad.


Llevo ya tiempo, bastante, con una idea en la cabeza y cuando las ideas me rondan durante mucho tiempo, al final, hasta que no las llevo a cabo no paro. Quiero comprarme un Saxofón. Seguro que más de uno está sonriendo. - Sí, una de sus nuevas locuras, ahora Violeta, Saxofonista... Pues no, pero es cierto que me ha gustado desde siempre, nunca lo he tocado, pero me encanta el instrumento, y en Utila, Xochitl, una amiga que me hizo una sesión de Reiki que me alivió mi lumbago me comentó que debería tocar un instrumento, el que quisiera, simplemente para ayudarme a liberar tensiones. ¿Y por qué no un saxofón?... Pues Valdés, uno de los profesores voluntarios de la fundación me dio una clase intensiva y me encantó, así que no os extrañéis si aparezco con uno bajo el brazo este verano. Nada mas regresar a Nueva York, pienso hablar con mi músico favorito para que me asesore, Zé Luis, gran saxofonista y compositor de la banda sonora de Color Thief.

           Con Rui y los chicos volviendo de rodar


Finalizan mis días en Portobelo. Con Rui charlamos sobre la posibilidad de realizar algún taller de cine-video para los chavales, no me cierro a ninguna posibilidad, la verdad es que la idea de regresar me tienta y trabajar con los chavales más aún... Ya veremos donde me lleva el viento.

Por el momento decido apuntarme a un viaje a las Islas de San Blas con Lourdes, Beatriz, la secretaria de Aurora y Carmen, una cocinera con alma de artista. 


Porque a ninguna nos gustan las cosas fáciles decidimos marchar a lo Robinson Crusoe, una aventura que seguro puede dar para una gran novela.

martes, marzo 18, 2014

LA MALDICIÓN DE UTILA

En mis anteriores entradas he tratado de expresar alguna que otra reflexión sobre el contraste cultural entre el que ha sido mi mundo hasta ahora y este nuevo mundo que estoy descubriendo, las Américas. 

Pero esta vez me temo que la musa no me ha visitado, como dice Fito "La musa viene y va" y no he encontrado nada más interesante que explicar las fantásticas vacaciones que me he pegado en la isla de Utila. Si esperabais algo revelador, os invito a dejar de leer de inmediato. También si sois conocedores del mundo del buceo, porque me temo os aburrirá soberanamente este texto. Ahora, eso sí, han sido unas vacaciones que me han revelado mucho de mi, que en definitiva es lo importante, unas vacaciones liberadoras que necesitaba, que han despejando algunas dudas, no todas, sobre mi futuro.

Pero como escribir es RE- escribir, al hacerlo, me doy cuenta de que no me parece nada interesante este relato, así que para los que seguís leyendo intentaré ser breve y que disfrutéis de las pocas fotos que he hecho (cuando uno está de vacaciones tiende a vaguear). 

Cada vez me parece más y más una pérdida de tiempo escribir éste blog. ¿A quien le interesa mis vacaciones? Pero es que en su día no escuché a mi amigo Javi cuando empecé a escribirlo: "Violeta, no sabes en lo que te metes... un blog hay que cuidarlo y mimarlo..."  Qué razón tenías Javi, pero ya es demasiado tarde, una vez empezado me siento en la obligación de terminarlo, por mucho que me pese.

Tras cruzar medio Centroamérica, otra vez, llego a la estación de autobuses de San Pedro Sula, Honduras, la ciudad, dicen, más peligrosa de Centroamérica. He estado en unas cuantas de esas, cada vez que llego a un país nuevo es el título que le ponen a su ciudad los lugareños. Me bajo del autobús después de 12 horas de viaje y como era de esperar no hay nadie esperándome en la estación, mi intuición ya me lo decía, no se por qué pero había una alarmita en mí que me avisaba de que la ONG con la que había contactado en Honduras no era como las demás

Espero unos minutos y llamo a Humberto, el encargado de la ONG en San Pedro Sula y quien me tenía que venir a buscar. Estuve hablando con él los días anteriores para que no hubiera ningún problema, no quería estar ni un minuto más sola en esa ciudad.

Humberto parece hasta sorprendido de mi llamada y de que haya llegado a Honduras, lo que hace que me ponga más nerviosa todavía. Su voz pausada, -- eh...ummm...eh...-- como no entendiendo nada de lo que le cuento me enerva.

- Qué significa que tienes que organizar mi recogida… todavía.
- ¿Pero dónde está usted?
- ¡Cómo que donde estoy!, en la estación de autobuses de San Pedro Sula, tal y como hablamos ayer y antes de ayer…


Vistas desde el Paradise Divers, Utila

Media hora después me recoge Humberto con Michaele, una jovencita con cara de susto al ver mi careto de mala leche. Al subirme al coche no puedo evitar contestar con monosílabos, de lo contrario el furioso volcán que llevo dentro, latente y en calma la mayor parte del tiempo gracias a un arduo trabajo de meditación, reflexión y ejercicios de respiración profunda como numerar hasta perder la cuenta, explotaría y lo más probable es que Humberto parara el coche en seco y me dejara en cualquier cuneta hondureña.

- Pues sí que pesa la mochila… ¡Qué lleva dentro! – Me dice Humberto.
- Dos meses y medio de trabajo – Contesto
-        
Me dejan en el Hotel que es muy sencillito pero decente y quedamos al día siguiente a las 8,30 am para empezar a grabar.

8:30 am – Preparada y lista para trabajar. Después de unos días de descanso en Ometepe me apetece volver al ruedo.

9:00 am – Nadie ha llegado todavía, charlo con la recepcionista del hotel sobre platos típicos españoles.

9:30 am -  A la recepcionista le encanta la idea de hacer una tortilla de patata, se apunta mi receta. Yo le sugiero mire la receta por internet para asegurarse de no cagarla. Nadie ha venido a por mi.

10:00 am – Curiosamente encontramos, la recepcionista y yo muchísimas recetas españolas interesantes en youtube. Nadie ha venido a buscarme. Yo respiro hondo y sigo contando para que no despierte el volcán que amenaza con despertar.

10:30 am – Lo que más le gusta a la recepcionista es la idea de mezclar el gazpacho, la fabada y la tortilla de patata en un mismo plato. Intento explicarle que hay mejores platos a combinar. Miro el reloj. Meditación profunda.

11:00 am. – Acabo mi meditación profunda. Pregunto a la recepcionista, para no precipitarme, si aguantar 3 horas de plantón es suficiente. Ella asiente.

                                 Hotel Zula
Decido ir a mi cuarto y considerar que me han dado el día libre. No hay mucho que hacer en San Pedro Sula mas que dejarte matar, dicen aquí, parece que los lugareños se enorgullecen de la violencia de su tierra. Hay un hotelazo cinco estrellas cerca de mi hotel con piscina y wifi en el que puedo pasar todo el día, el Hotel Zula. Me parece buena idea ir a pasar el día allí y estar un poco a salvo y tranquila. Suerte que mañana por la mañana ya me reuniré con Eli y Eva.

Bikini y pareo en mano salgo de mi hotel alegremente. En la puerta, el coche de Humberto que ha decidido venir a buscarme. Con una sonrisa de oreja a oreja (son las 11:30 am):

- ¿Pero a donde va?
-        
Me giro, muy, pero que muy lentamente, porque los movimientos rápidos podrían provocar la erupción de mi volcán, decido no hablar para no exaltarme y simplemente levantar los hombros.


No merece la pena explicar más de lo ocurrido, quedé con Humberto en que yo iría a esperar al Hotel Zula hasta que él acabara unos asuntos, luego vendría a por mi para grabar. Hoy, quince días después todavía sigo esperándole.
                                                                                   Eva y Maria... dulces sueños
Me está gustando mucho esto de viajar sola, es nuevo para mi, pero he de decir que prefiero viajar con gente. Cuando por fin me reúno con Eli y Eva nos contamos lo que nos ha ocurrido en estas semanas que hemos estado separadas, reímos. Es verdad que viajando sola haces en todo momento lo que te plazca, sin darle cuentas a nadie y esa libertad es fantástica, además te abre muchas más puertas a la hora de conocer a gente nueva, pero por otro lado compartir un viaje con amigas es mucho más divertido, recuerdas los momentos y situaciones comprometidas y te sigues riendo y riendo... Se apunta también al viaje de Utila Maria, una nueva voluntaria que ha llegado a Livingston. Nos esperan 4 horas de bus y hora y media en barco hasta llegar a la isla.

El barco hasta llegar a Utila es horroroso, un catamarán de esos en los que te encierran a cal y canto, huele mal y ya desde el primer momento al entrar te entregan una bolsa de plástico para poder vomitar a gusto. Eli se pasa todo el camino cogida de mi mano porque siente pánico a que nos hundamos. Yo le prometo que la rescataré la primera, que nado muy bien. La realidad es que si ese catamarán blindado se hundiera no habría forma de escapar... "Eli, no te preocupes, yo te rescataré".

Nada más pisar Utila me encanta. Es cierto que es muy turística, pero por alguna razón me sigue gustando a pesar de eso. No hay coches, solo carritos de golf que pasean por la única calle que hay en el pueblo de lado a lado gritando: ¡Taxi, Taxi! Cogemos uno para llegar hasta la escuela de buceo. Apelotonadas con las mochilas y maletas nos mondamos de la risa, la isla tiene algo especial pero no sabemos muy bien qué es... todavía... luego nos contarán que se trata de la maldición de Utila.


                                   El Pelao y Pisa   
La escuela de buceo "Paradise Divers" tiene un lema en su logo "un estilo de vida" y lo cierto es que ese estilo me encantó desde el principio y es el que me ha enganchado al buceo. Está regentada por dos españoles "El Pelao" y "Pisa". Dos juerguistas de mucho cuidado pero que como instructores son muy pero que muy serios. Suelo ser muy estricta con mis profesores y he de decir que ambos pasaron las mil y una pruebas que les puse para cerciorarme de que eran merecedores de mi confianza. 


En principio yo no iba con la intención de apuntarme al curso de buceo, pero por alguna razón y sin pensarlo, decidí hacerlo. Creo que el propósito que me auto-impuse en este viaje lo estoy cumpliendo, el de dejarme llevar, dejar que las cosas sucedan, agarrar lo que me interese y desprenderme de lo que no sin planearlo.

La escuela está repleta de españoles, algún que otro francés y curiosamente bastantes austríacos. El ambiente es muy familiar y divertido. Dos pisos llenos de cuartuchos con alguna que otra cucaracha, eso si, siempre silenciosa con la que hay que compartir habitáculo, pero que a nadie le importa porque ¿Quién va a Utila para estar en un hotel de lujo?. Es posible que no te asignen un cuarto fijo, es fácil que te muevan de uno a otro dependiendo de la gente que va llegando nueva, yo estuve en tres diferentes y he llegado a tener hasta 5 compañeros de cuarto diferente sin contar mis queridas cucarachas.

Los dos pasillos llenos de habitaciones que están cubiertos por sus respectivos porches están repletos de hamacas donde la gente se tumba a disfrutar de las vistas, relajarse y socializar. Es lo mas parecido a un gran hermano, en todos sus sentidos, pero al aire libre porque la verdad no hicimos otra cosa que bucear, tumbarnos en las hamacas y como mucho pasear por la única calle que hay en Utila. ¡Esto si que es vida!

La primera vez que me tiro al agua con el equipo de buceo creo que voy a ahogarme. Yo que me las daba de gran "loba de mar". Yo y el mar... uña y carne, decía. Yo que no le temía al agua, ¡que nado tan bien!... pensé que no podría continuar el curso. Luego recordé el dinero que me iba a gastar en él y se me quitó de golpe cualquier tipo de angustia que pudiera tener.

El primer día tras unos ejercicios básicos tales como quitarse la mascara a 3 metros bajo el agua, volvértela a poner y sacar el agua de dentro tal y como nos habían enseñado en las clases teóricas (todo esto sin salir a la superficie, claro), nos bajan ya a 10 metros. La increíble impresión que me dio al ver esa ficticia pared de mar sobre mi, la superficie, allí, a lo lejos a modo de techo, barcos navegando sobre ti, peces nadando alrededor tuyo, nunca se me olvidará. No solo me quedé prendada de Utila, sino que inevitablemente también del buceo. El mar siempre ha sido el medio en el que me he sentido más cómoda y el buceo completa ese amor profundo que siento por él.

El segundo día ya bajamos a 18 metros. Paredes de corales, nadar junto a Mata-rayas, tortugas gigantes, peces de todos los tipos y colores... Es como estar en otro mundo, prácticamente solo escuchas tu respiración pausada, sientes una paz interna difícil de describir, es pura meditación.




Las prácticas se complican. Bajo el agua nos tenemos que quitar por completo todo el equipo, chaleco y tanque de oxígeno incluido y luego volvértelo a colocar. Lo hago sin problema, no tengo miedo, me lo quito con cuidado, mantengo el equilibrio y la flotabilidad que es lo más complicado pero al volvérmelo a poner se me suelta el lastre (un cinturón de plomos). Sin él subes a la superficie como un globo en cuestión de segundos, lo cual es muy peligroso porque en el buceo es muy importante, una vez que has bajado a ciertos metros, subir muy poco a poco, de lo contrario podrías entrar en descompresión. Empiezo a subir pero aviso a Pelao que rápidamente se da cuenta y me agarra por la pierna. Me enorgullece decir que no entré en pánico pero la experiencia me sirvió para asegurarme de que el cinturón estuviera siempre bien atado.
                                                                                        Yo en pleno Zen
Mi único problema en los dos primeros días fueron mis oídos, difíciles de ecualizar. El tercer día decido drogarme con Espidifén, remedio para casi todo. ¡Oh, gran dilatador que ha ido engañando a mis oídos!. Me tiro al agua y ¡zas!, que gusto bajar los 18 metros como un rayo casi sin darme cuenta, que gusto estar solo preocupada por observar la fauna y flora marina del caribe mientras escucho mi respiración, que paz. En ese momento, bajo el agua, decido que quiero hacer el siguiente curso de buceo: el Advance.

La maldición de Utila: quien entra en la isla no logra salir. ¡¡Y es que se está tan a gusto en la isla!!! Decírselo a María y Eli que perdieron el barco de regreso y Utila les regaló un fantástico día en una playa paradisíaca, o a Matías que vino para hacer el curso de Advance y se ha quedado para hacer el siguiente o a Samba que vino para unas semanas y ahora me cuenta que no sabe cuando regresará. Para no ser menos Eva y yo, decidimos quedarnos unos días más y llevarnos a casa el título de "Divers Advace". Ya nos advirtieron al llegar que el buceo es adictivo y es cierto, quizás sea por la cantidad de Nitrógeno que se queda tu cuerpo tras cada inmersión, aunque dicen que tu cuerpo lo expulsa, yo he visto un cambio en mi desde entonces y no se me ha quitado todavía. Lo mismo sigo con Narcosis. 

El Paradise es como una gran familia, los Viernes se suele hacer barbacoa y hacemos fiesta en la misma escuela. Vaya semanita de vacaciones. Eva me está comiendo la cabeza para que me especialice en fotografía submarina y nos vayamos a Tailandia, otro de los sitios más baratos para hacer buceo... Ummmmm.... no me parece mal plan ese... Me gusta el buceo, la fotografía me apasiona, viajar ya no digamos..... ¡Por qué no!

                                                                                            Pisa con la cabeza del capitán
En el segundo curso ya bajamos hasta 30 metros y también buceamos en nocturno. Visitamos un barco enorme hundido. Me sentía tan bien entrando y saliendo por todos los recovecos de ese gran barco, ver la sala de máquinas, la sala del capitán con su supuesta cabeza allí atada a unas cadenas para poder asustar a los buceadores que vienen a visitarle, que se me olvidó una de las reglas más importantes del buceo. Comprobar el aire que te queda en el tanque. Cuando salgo del barco, toda feliz, a 30 metros, Pisa me pregunta que cuanto aire me queda y con horror veo que ya estoy por la mitad de la reserva. Eso significa que solo me quedan 2 minutos de aire. No me pongo nerviosa, eso es bueno, confío mucho en Pisa. Él con cara de cabreo, lo vi en sus ojos tras las gafas de buceo, me agarra y me da su regulador de aire externo para respirar de su botella. Me indica que me agarre a él y me sube poco a poco a 5 metros donde tenemos un tanque de seguridad para estos casos. 
Lección aprendida, y para siempre, en ninguna de las inmersiones se me ha vuelto a olvidar comprobar mi aire.


En la inmersión nocturna entramos en una cueva larguísima, era muy estrecha así que había que nadar muy cerquita del suelo para no enganchar la botella con el relieve de la cueva. Ahí en ese momento supe que el buceo me apasiona, no sentí miedo, todo lo contrario, me encantó. Bucear de noche es lo más parecido, supongo, a estar en la luna. Flotando en la oscuridad con la sola luz de tu linterna y la de tus compañeros.

Un día hicimos un partido de Frisbee a 10 metros de profundidad. Es una mezcla de fútbol americano, rugby y basket. La regla es que todo vale, incluso quitarse el regulador de aire, las mascaras, hinchar el chaleco del contrincante para que  flote... Solo se puede caminar sobre el fondo, no nadar. Es como jugar a cámara lenta, tratas de correr y no te mueves.

Otro de los ejercicios muy interesantes era bajar por ejemplo a 18m, darnos una fruta y comérnosla. Luego en la superficie teníamos que decir que fruta era. Ni el aspecto ni el sabor eran el que creías bajo el agua. Yo creí que comía un melocotón. Al final resultó ser un tomate. Bajo el agua vi claramente la piel oscura y aterciopelada del melocotón, la carne era anaranjada y mi mente decidió darle su sabor a melocotón. 
                                                                                                    Pisa y su flotabilidad
Utila tiene pocos restaurantes, uno de ellos es Mama Rosa, la dueña se sienta las 24 horas del día en la misma silla, frente a la caja, a veces con una sonrisa a veces con un gesto de "no me toques los cojones". Su carta está en Inglés, pero no en un inglés cualquiera, sino en el suyo propio y que lo entienda quien quiera. Ella lleva toda la vida allí y nunca ha tenido ningún problema con eso.

- ¿Perdone, la hamburguesa con "Mashoooms"?, son en realidad Mashrooms o es otra cosa?
                                                                              
Ella me mira sin entender.
- ¿"Mashoooms" se refiere a Setas no?
Ella no me contesta. No entiende.
- Champiñones....
- Si, claro que son champiñones, ¿no lo ves?, lo pone ahí...

                                                                                   El bote de las propinas dice tal que así.
Utila tiene una mezcla extraña. Hondureños indígenas y americanos de varias generaciones que prácticamente no hablan castellano y descendientes de piratas. 

El capitán que lleva nuestro barco es uno de ellos, se llama Farrow y es el tipico capitán de barco borracho y con mala leche, tanta, tanta mala leche que en nuestra segunda inmersión, cuando subimos a la superficie, nos dejó tirados en alta mar al atardecer lloviendo y con unas olas del copón. Tuvimos que nadar una media hora hasta el barco. No le dio la gana de venir a buscarnos y no vino.

Qué bien me ha sentado Utila, conocer a tantísima gente, el buen rollo de todos en el Paradise Divers. El buceo es un deporte de compañeros, eso te lo enseñan el primer día, porque es muy probable, como me ocurrió a mi, que le necesites para salvar tu vida, es más está prohibido bucear solo, así que mas te vale llevarte bien con quien te acompañe. Quizás por eso la buena onda, como dicen aquí, del Paradise. Con cariño recuerdo la generosidad de Samba al enseñarme los distintos peces que encontrábamos y las carcajadas subacuáticas a 30 metros que nos entraban, los líos que nos armábamos Matías y yo al pasarnos la cámara subacuática para hacernos fotos mutuamente, a Jordi y el partido de frisbee que ganamos a Eva y Matías quienes nos deben unas cervezas todavía, la toalla de hello kitty de Fer, el musculman de la escuela, a Luis que nos vigilaba tan atentamente bajo el agua, la mágica sesión de Reiki de Xochitl, la resaca de Melanie, los cotilleos de Rafa y la paciencia de Pisa y Pelao para explicarnos las tablas de buceo. ¡Qué horror!

En Utila creo haber encontrado una pequeña luz que puede que me indique el próximo camino a seguir, por eso, aunque llena de turistas, no deja de ser un sitio muy especial al que seguro regresaré.


sábado, marzo 01, 2014

EL NIÑO Y LA BOLA, NICARAGUA

El niño y la bola es una ONG que tiene dos sedes, una en Nicaragua y otra en Costa Rica. Está fundada por un guatemalteco y se dedica a organizar grupos de apoyo para los niños de familias más necesitadas, concienciar a los chavales y sobre todo a sus padres, de que el estudio es quizás la única salida para poder ofrecerles un futuro mejor.

Salgo de El Salvador de madrugada, me esperan 12 horas hasta llegar a Managua, Nicaragua. Decido cambiar de compañía e ir con "Compañia de buses Del Sol", las oficinas me dieron una buena impresión y por las fotos los asientos parecían mucho más cómodos que los del Tica Bus que es la compañía oficial que cruza toda Centroamérica y la que suele usar todo mochilero que se precie. 

Me di cuenta, nada más entrar en el bus, de dos cosas:

1. De que el fotógrafo contratado para los flyers de los anuncios de la compañía era BUENÍSIMOOOO!!!. Porque nada de lo que había en ellos lo tenía el bus al que me subieron.

2. El haber pagado un billete "Ejecutivo". No implica el que vayas a viajar más cómodo.

Todo, desde los asientos desfondados, el olor a "Esto no lo hemos limpiado", hasta el desayuno prometido por viajar en "E-je-cu-ti-vo". Todo, era de lo más demencial. Por no hablar de la bronca que tuve con la """azafata""" (con múltiples comillas) por quererme cobrar 18 dólares en vez de los 10 que se suponía tenía que pagar para entrar en Nicaragua. ¡Ay! Tica Bus... ¡¡Cómo te añoro!! Esto me pasa por ir de pija por la vida y querer viajar con cierto lujo...


Llego a Managua y allí me espera Erlin, un muchacho que es todo sonrisa y director de la ONG en Nicaragua. Cientos de taxistas me rodean para sacarme un viaje. Yo miro a Erlin preguntando... el niega muy serio y les va apartando como moscas y salimos a la calle. - Estos te cobran mucho más caro -- me dice. ¡Qué a gusto y a salvo se encuentra una cuando va de la mano de un lugareño!. Me presenta a Esmeralda, una chica de 23 añitos muy simpática que es su mano derecha en la organización. Cogemos un taxi y vamos a la Universidad de Nicaragua. Es donde estudia Esmeralda y Sandra, la hermana de Erlin. Allí es donde me quedaré las dos noches que pase en Managua.

Qué decíros de los dormitorios de la Universidad. Me imaginé a mis primas pequeñas, que ahora están estudiando, metidas en una habitación así durante toda la carrera. Agua fría por supuesto, en Nicaragua, me dicen, nadie tiene agua caliente. ¡Para qué!, me preguntan perplejas las chicas. Los camastros seguro fueron reciclaje de la “Mili” cedidos por el ejército español, el lavabo es a su vez la pica donde lavan la ropa y tendedero. Hay que aclarar que se trata de la Universidad más prestigiosa de toda Nicaragua.
 
Me di cuenta rápido de la capacidad que tiene el ser humano en adaptarse. Yo venía del mayor de los lujos en El Salvador para acabar en la celda de un cuartelillo cualquiera con techos de chapa y agujeros mútiples para que los bichos nicaragüenses pudieran colarse y resguardarse del viento. Pensé que no aguantaría dos noches allí y me equivocaba, todo es cuestión de acostumbrarse. La segunda noche fue como si hubiese vivido allí toda la vida… bueno… no tanto, pero no fue tan malo como en un principio pensé. Al final organicé una sesión de cine Español. Para empezar “¡Ay Carmela!” de Carlos Saura, ¡gran película!, para luego darles una pequeña clase de historia para que entendieran un poco lo que fue España.

Vamos a grabar al poblado donde El Niño y la Bola se reúne. Está dentro de la misma Managua, más que un poblado es un barrio, pero al adentrarse da la sensación de estar en medio de las montañas, parecido a cuando estuve en el poblado de Guatemala. Familias sumamente pobres que viven en un mundo completamente ajeno al resto de la ciudad.

Grabamos a distintas familias, tratamos de hablar con una de las madres, muy joven y ya llena de niños. Es evidente que para ella los estudios de sus niños es algo secundario. Uno de ellos se niega a ir a la escuela, él tiene 10 años y ella no va a ser quien le haga cambiar de opinión. Si no quiere, no quiere… Pero en presencia de la cámara por supuesto que habla maravillas de la organización y dice que es algo importante para la comunidad.

Marchamos a la Isla de Ometepe, voy acompañada por Erlin. Para llegar esta es la lista de tranporte a utilizar:

-Taxi de la Universidad a la estación de autobuses.
-Autobús de Managua a Rivas.
-Taxi de la estación de Rivas al puerto de Rivas.
- Barco de Rivas a la Isla de Ometepe
- Autobús del puerto de Ometepe que te deja en medio de la nada.
- En teoría coger otro autobús que te lleva desde “en medio de la nada” a Santa Cruz, el pueblo donde estaré alojada. Si no, caminar unos 5 kilómetros.

Viajamos en transporte público, el que usan los Nicaraguenses. En estos paises se diferencia muy bien entre el transporte que usa el turista o el que usa el lugareño. Por daros un ejemplo, el viaje de Managua a Costa Rica en bus para turistas cuesta $30. Si vas en los otros $12.

Me gustó, la verdad, desde que emprendí el viaje siempre quise montarme en uno de esos autobuses llenos de colores, pero todas las guías e incluso la web de la embajada española te sugieren que nunca los utilices porque son peligrosos. Yo como voy con Erlin estoy tranquila. 

El autobús público es dos veces más pequeño en todo, en los asientos, en el pasillo... y va cuatro veces más lleno. Se suben y bajan miles de personas, constantemente, empujándose, aquí ese es el deporte nacional y nadie se molesta. Me impactó la paciencia que tiene la gente de aquí al dejarse tocar. Uno, que va de pié, puede estar sentándose literalmente en tu hombro, que vas sentada, y nadie se queja. ¡Eso sí es apoyarse unos a otros!

A mitad de camino suelen subir un grupo de comerciantes vendiendo todo tipo de cosas: cacahuetes, tortitas, pulseras, relojes, pollos, cambio de divisas... Todos con sus cestas en la cabeza, empujando a todo quisqui, haciéndose sitio y alzando la voz para que el bus entero, embutidos como sardinas, sepa el tipo de mercancía que lleva. Es literalmente un mercado ambulante.

La isla de Ometepe está formada básicamente por dos volcanes unidos por una lengüeta que es una playa larga que da al lago. Uno de los volcanes está activo, el otro tiene en su vértice un lago. Cuando los primeros españoles llegaron, me cuentan, bautizaron al lago como “El mar dulce” es tan grande que no se ve el final de éste y parece, efectivamente, que estás en el mar. Incluso yo sabiéndolo, cada mañana al zambullirme en él, sacaba la cabeza con asombro por la impresión que me daba al no apreciar la sal del mar.

La isla es bastante turística en comparación con otras partes de Nicaragua, pero todavía está por explotar. Da la impresión de que pudiera ser la Ibiza de los años 60 cuando todavía casi nadie la conocía. Ometepe está llena de mochileros que se dedican a hacer macramé y dan un pintoresco color al lugar.

Los hoteles son muy sencillos, todos, por supuesto, sin agua caliente como en el resto de Nicaragua. Mi hotel es simple, pero limpio y con wifi lo cual es todo un lujo en la isla. Me dejan la habitación por $9 la noche, algo más barato de lo que suele ser por ser voluntaria de El Niño y la Bola. Está frente a la playa lo que hace que me de exactamente igual el resto de pequeños inconvenientes como la comida, bastante mala, el chorrito mínimo en la ducha de agua fría o los múltiples bichos que tienes que acoger obligatoriamente en tu dormitorio como compañeros de cuarto.

Grabamos una reunión de el niño y la bola. Un grupo de pre-adolescentes tímidos ante mi cámara tratan de explicar lo que es el grupo. Hecemos alguna entrevista a padres de la comunidad. Me sorprendió doña Fátima, una madre de muchos que trata de concienciar a sus hijos para que estudien y no acaben como ella. Embarazada joven, sin estudios y trabajando en el campo. 


La inteligencia y lucidez de Doña Fátima es lo que haría falta para cambiar la situación de alguna de estas familias. -- “Yo le digo a mis hijas, la tierra te la pueden quitar, pero los estudios… eso, eso no te lo quita nadie”. Dice Doña Fátima.

Me encanta Ometepe, tanto, que decido quedarme unos días más. Tengo la oportunidad de conocer a lugareños. Ya en un par de días la gente del pueblo sabe quien soy. 

Jose Alberto, que tiene un restaurante que es una pequeña chocita donde atiende a tanto gatos, perros, caballos, gallinas como a clientes, todos en un minúsculo patio con sillas de plástico de la Cocacola, me hace precio siempre que voy y me avisa cuando tiene buen pescado. Me encanta eso de los pueblos.

Conozco a un chico, 30 años, al que llamaré Sargantana (se que a Sargantana le molestaría muchísimo que revelara su nombre, así que como lo prometido es deuda no lo mencionaré ni pondré fotos de él). Sargantana nació y creció en Ometepe y prácticamente no ha salido de allí, solo en un par de ocasiones a Managua (a 3 horas), a León (a 5 horas) para ir al dentista y una temporada a Costa Rica buscando algo de trabajo donde tuvo que vivir en la calle. Sargantana ha nacido en el lugar indicado, no creo que pudiera vivir en otro lugar, por eso le he bautizado así, él es como las Sargantanas de la Isla del Aire en Menorca que dicen cambian de color y mueren si las sacas de allí. 

A Sargantana le apasiona cultivar en su huerto, la naturaleza, cuidar de sus caballos. Sube el volcán todos los días hora y media caminando hasta llegar a sus tierras y lo que más le gusta es regresar al atardecer, después de trabajarlas, porque es cuando más siente una conexión con la naturaleza, dice. 

Sargantana desconoce como funciona el email, se lo intento explicar pero se que es en balde, -- Para qué tener un mail, me dice. --Pues  para seguir en contacto con otra gente… -- pero para qué, me contesta, que vengan a verme si quieren contactar… 

Creo que Sargantana es el ser más afortunado que conozco porque todo lo que quería en la vida lo tiene. Tuvo la oportunidad de salir y estudiar, son 12 hermanos, tres de ellos estudiaron carrera, pero él no quería abandonar su huerto y sus caballos. ¡Qué suerte tiene!. A mi modo de ver, Sargantana ha triunfado. ¿Qué más se le puede pedir a la vida que conquistar tus sueños?. A veces nos obsesionamos en nuestras metas sin darnos cuenta que la mayoría de ellas son impuestas. Metas que inconscientemente se nos graban, metas impuestas por la sociedad en que vivimos. Me propongo, poco a poco, despojarme de todas aquellas que no me interesen y quedarme con las que para mi sí valen y así quizás pueda llegar a ser algún día, tan afortunada como Sargantana.

Cuando me pregunta que a qué me dedico le digo con el pecho hinchado ¡Al Cine!. Se me queda mirando, sin comprender, como esperando más explicación. 

- ¿Se gana bien en el cine? 

- No, nada, no gano nada de dinero… 
- ¿Entonces, por qué lo haces?... 

Voy a responder esa misma contestación que tan bien aprendida tenemos todos los que nos dedicamos a esto o a cualquier disciplina artística, pero me doy cuenta de que esa respuesta es tan estúpida como haber tratado de abrirle una cuenta de Gmail a Sargantana… me quedo en silencio, me ha dejado sin palabras. 


- ¿La verdad?, no se por qué me dedico a esto… ¡Vaya pérdida de tiempo ha sido mi vida, ¿verdad?.  -- Él ríe.

- Es que no entiendo… 
- Yo tampoco, Sargantana, yo tampoco. 

Cuando le enseño fotos de Menorca me dice que es una ciudad con grandes edificios, le sorprende... Entonces le enseño fotos de Nueva York... Se queda mudo, pero no por la misma razón que el resto de la gente que conozco. - Pero... ¿porqué la gente querría vivir a lo alto, por qué no a lo ancho?... no entiendo nada, me mira desconcertado. Eso me hace pensar en mi minúsculo apartamento en Nueva York, en mi diminuto cuarto y en la cantidad de dinero que gasto para poder vivir ahí.

Sr. J. es otro espécimen de la isla, muy diferente a Sargantana, con solo 23 añitos, es todo un borrachuzo que acaba de tener un hijo con una turista Austríaca de 26. Los suegros austríacos le pagaron hace poco un billete para viajar a Europa y que pudiera ver nacer a su hijo. De paso le contrataron en su finca para que trabajara en el campo. Sr. J. estaba muy contento porque encima le pagaban a $5 la hora y había conocido Austria. Ahora Sr. J. ha regresado a la isla para hacer lo mismo de siempre. Trabajar en el campo por el día y emborracharse y ligar con turistas por la noche.


Conocí a Morgan, 48 años, un irlandés ya pasado de todo (en todos los sentidos) que llegó a la isla hace 8 años, compró tierras y montó un hotelito monísimo, “Little Morgan”. Su hotel está compuesto por multiples cabañas contruídas sobre árboles. Todo hecho con troncos muy robustos. Vistas espectaculares. Lo único malo es que se llena de extranjeros, la mayoría Alemanes. Hay fiesta todas las noches en “Little Morgan”, donde los guiris se emborrachan y a su vez son robados por algunos avispados lugareños mientras  danzan ebrios bajo las estrellas o cuando duermen la mona, pero Little Morgan es un gueto en la isla que no me interesa nada. ¿Para qué viajar entonces?, Yo prefiero mi hotel, regentado por Nicaraguenses. 

La que lo dirige es muy borde, pero yo creo que es por culpa de su escasa inteligencia más que porque sea mala persona. Un día le pedí un sanwich de pollo pero sin ningún tipo de salsa. Cuando me lo trajo, el sándwich venía con salsa. Cuando le pregunté me dice: "No le puse salsa, solo se la puse al pan, no al pollo". Ante tal respuesta me rendí a la evidencia.  La dueña, sin embargo, es una señora gorda encantadora y sonriente que casi me mata por no haberla avisado que el Lunes 24 era mi cumpleaños. Me dio un trozo de tarta y para mi estupor hizo que todos los trabajadores y clientes del hotel me cantaran cumpleaños feliz. ¿Imagináis mi cara?

Un lugar curioso es un viejo autobús colocado en medio del campo donde dentro han montado una tienda de pulseritas de macramé. Ometepe está empezando, principalmente, con ese tipo de turismo. Neo-Hipies que se dedican a viajar vendiendo su artesanía, lo cual irrita a Morgan porque dice que esos no dejan pasta.

Conozco a D.R. un artista Salvadoreño al que me gané su respeto cuando le dije que había visitado Soyapango, el barrio tan terrible de El Salvador. - ¡Ey chicos, ella (señalándome) fue al barrio donde cuando entras, nunca sales!... ¡Y salió vivita!. Todo el grupo se gira para observarme y yo levanto los brazos victoriosa por mi gran hazaña. Lo que evidentemente evité decir es que visité Soyapango con coche blindado. 

D.R. me explica que él expone mucho en El Salvador, cuando le pregunto que en qué galería o museo, justo antes de acabar mi frase, me doy cuenta de lo ridículo de mi pregunta… -- No, no, en la calle, yo expongo en la calle, que es donde más publico hay .. D.R. ríe a carcajadas. – Yo no soy como esos cabrones. Cabrones son esos que se las dan de artistas… -- me explica.

A la mayoría de esta gente la conocí en mis sesiones diarias de playa y sol. Me di cuenta de que los Ometepeños son muy curiosos. Se acercan y te preguntan. ¿De donde es usted?... tu contestas y se quedan a tu lado como tres minutos callados, mirando al horizonte… con lo que tu haces lo mismo por no saber qué hacer… (Tres minutos después): ¿Y le gusta la isla? – Sí, le contestas… Otros tres minutos en silencio observando el horizonte. Y así te puedes pasar todo el día, porque no se van, ¡no se van ni pa tres! Preguntando y meditando tu respuesta… La mejor solución que encontré si quería estar sola (porque a veces esas charlas podían durar horas y había que cortar de alguna manera), era tumbarme, ponerme las gafas de sol y hacer ver que no había nadie allí. Al cabo de los 3 - 5 minutos de silencio de rigor se despedían amablemente. Pero gracias a esas charlas, la siguiente vez que te veían por el pueblo, ya eras considerada una amiga, y así te presentaban.

El día que conocí a Sargantana me invitó a ir una noche a el Zopilote un bar-restaurante, cabañitas en medio del bosque, donde se reúne toda la gente jóven. 

Partimos, noche oscura por el campo. Él que tiene ojos de búho iba delante sin linterna, caminando en plena oscuridad. Mi séptimo sentido, que es el de la responsabilidad, empezó a disparar su alarma… ¡Serás gilipollas!, ahora se girará, te agarrará y te robará… o lo que es peor… ¡¡te robará y te violará!!… Yo detrás con mi linterna, sudando como un pollo y observando atentamente la silueta de Sargantana por si hacía algún movimiento sospechoso.  Campo, campo, campo. Árboles. Campo… No se escucha nada, sube montaña… Sube montaña... 

- ¿Y esto… donde está?... porque yo no escucho nada, pregunto. 


Como buen isleño su contestación llega 3 minutos después de un largo e inquietante silencio… Ya, llegamos… Pobre Sargantana si él supiera lo que llegué a pensar de él en aquél trayecto…

Evidentemente no ocurrió nada, porque a parte de que tengo un muy buen séptimo sentido, el que tengo más agudo, no es ese, sino el de la intuición y Sargantana resultó ser lo que imaginaba, uno de los seres más nobles que he conocido y su  ingenuidad, que es la de un niño, jamás le hubiera permitido imaginar que alguien pensara el tipo de cosas que yo llegué a pensar.

En Ometepe decidí pasar el día de mi cumpleaños y la verdad es que me alegro, lo pasé tal y como yo quería, en la playa y rodeada de agua. Cada vez siento más esa necesidad, la de estar cerca del agua, lo cual me hace sospechar que es la edad, donde todo es un círculo y siempre se vuelve al origen, en mi caso a Menorca. ¿Me estaré haciendo vieja?.... ¡¡¡Ahhhhhhh!!!

Ometepe me enamoró y quiero regresar. Es un lugar todavía en bruto, sin explotar y espero que no se estropee mucho con los años. Es un lugar donde es muy probable que mientras estás bebiendo el café de la mañana te salte a las rodillas, un gato, un perro o una de las gallinas que pululan libres por ahí, sin ningún tipo de restricción. Hablando de gallinas, solo una anécdota divertida. Cada mañana al ir a desayunar al restaurante de Jose Alberto se me cruzaba por la carretera, como si fuese un dibujo animado, una gallina con sus 10 polluelos, así en frente de mi, cada mañana…. ¿Qué tipo de señal me está manando el Universo?. Los caballos también caminan libres por el pueblo, por la carretera, por la playa, así como los cerdos gigantes. No te asustes si cuando estás tranquilamente tumbada tomando el sol se te acerca un cerdo y se pone a tu lado a contemplar la vista.
Me da mucha pena dejar Ometepe, pero ya he alargado muchos más días de los que pretendía. La ONG en Costa Rica no contesta y esa ha sido la excusa perfecta para quedarme más.

Y es que las cosas siempre ocurren porque tienen que ocurrir. En mi espera, recibo una tentadora invitación. Mis amigas, Eva y Eli, las que están en Guatemala, van a ir ese fin de semana a la Isla de Utila, Honduras, un auténtico paraíso por lo que dicen. Al principio me niego, yo debo seguir mi ruta, sería una tontería volver para atrás y luego volver a cruzar todo Honduras y Nicaragua hasta llegar a Costa Rica, pero por otra parte, nadie me contesta allí. 

Me recuerdo a mi misma una de las razones principales de mi viaje. Toda mi vida he tenido las cosas muy claras (cada vez menos he de decir). Desde los 5 años quería ser corresponsal de guerra y no se me quitó la idea de la cabeza hasta que cumplí los 18, para gran alivio de mis padres. Siempre he hecho lo correcto, siempre he tenido un plan y es que lo admito aquí y ahora: ¡¡Soy una Control Freak!!. Siempre tengo que tener el control sobre todas las cosas. Hasta el punto que por ejemplo cuando era adolescente podía decidir no ir a la fiesta del año  porque no tenía la libertad de volver cuando yo quisiera sino que tenía que esperar al resto del grupo. Hasta ese punto. Pues uno de los motivos principales de este viaje era romper con esa estricta forma de ser y dejarme llevar un poco, ir donde me llevara el viento.

Así que decido ir a Utila a pesar de que es una auténtica locura, es cruzar en una semana, medio centramérica dos veces. Pero me atrae la idea de cambiar de planes en un minuto y traicionar a mi Yo responsable. Aunque se trata de una traición a medias, y es que es muy difícil, a esta edad, cambiar.

Rápidamente mi Yo responsable fabricó, como suele hacer siempre, la excusa perfecta para dar rienda suelta a alguna de mis locuras. Llamé a una de las ONG, la que me dejó colgada cuando estaba en Guatemala, y que opera en Honduras, justo en San Pedro Sula, donde me tengo que reunir con mis amigas, y les digo que me ha surgido un imprevisto y que al final, si ellos todavía quieren, puedo grabarles el reportaje. Mi intención es ir un día antes, grabar el vídeo y luego reunirme con mis Eva y Eli. ¡Zás! Mi mala conciencia por querer hacer una locura desaparece de inmediato.


Ese mismo día tengo que avisar al hotel de que me marcho en unas horas, hacer la maleta y despedirme de todo el pueblo de Santa Cruz. Jose Alberto, Sargantana, Sr. J., D.R. … Me da una pena enorme marchar. Me despido de la playa, de sus sapos que croan al anochecer, de su cielo estrellado… Marcho de madrugada con el corazón encogido viendo alejarse la isla con sus preciosos volcanes que sin percatarse de mi ausencia amanecen apaciblemente en el lago Nicaragua.