jueves, abril 10, 2014

LA CIUDAD MÁGICA, LA HABANA

La llegada a Cuba fue algo aparatosa, tras dos horas de interrogatorio en la aduana, consigo salir del aeropuerto. Todo mi equipo fotográfico hacía sospechar que yo pudiera ser el enemigo.

En estos días he podido charlar con muchos cubanos. Cubanos de la calle, cubanos con mejor poder adquisitivo, artistas, empresarios, trabajadores… Todos coinciden en una cosa: Aman su país, ninguno está de acuerdo con la política que lleva Fidel y todos, absolutamente todos, primero miran a un lado y a otro y bajan la voz antes de hablar. Todos coinciden que el gobierno actual nada tiene que ver con los ideales de la revolución, que la situación actual es una auténtica traición y todos coinciden en que Cuba es otro mundo, un mundo sin sentido. Porque aunque abandere los ideales comunistas-socialistas, todos opinan que Cuba es un país capitalista más pero sin saber muy bien, todavía, como funcionar.

En Cuba no hay nada, nada de nada, el cubano es tratado como un ser de segunda clase mientras el turista obtiene todos los privilegios. A pesar de eso, el cubano, sea de donde sea, tenga el dinero que tenga, es un ser cultísimo, algo que me sorprendió dado el control que hay por parte del gobierno a cerrar todo tipo de comunicaciones, me sorprendió lo mucho que sabe el cubano del exterior. Y es que aquí se cumple la triste regla de que las potencias más poderosas son las que menos interés tienen en saber de otros países menos desarrollados. EEUU, la primera potencia mundial y el más ignorante de todos, nos reímos los españoles con sus constantes meteduras de pata, pero es que lo mismo se ríen los cubanos de la incultura de los españoles que creemos saberlo todo sobre nuestros primos hermanos cubanos y en realidad no tenemos ni idea.

Una preocupación constante del hombre cubano cuando conoce a una extranjera es demostrar que él no es un “jinetero”, no voy a explicar la expresión porque creo que todos la conocemos.

El Cubano, o por lo menos los que yo he conocido, siente una cierta vergüenza por la conocida fama de que en cuba el turista viene solo a follar (ellos y ellas). Por eso cuando se te presentan casi lo primero que te explican es que ellos no son jineteros, que no quieren nada de ti, no quieren tu dinero ni que les regales nada. Más bien me resultaba complicado que ellos no me invitaran constantemente a todo.

Mi amigo Lester me comenta que hasta hace poco él odiaba a los españoles. Para él, el español es un cuarentón, gordito y calvo que viene a follar y a gastarse la plata con una cubana que le reirá todas las gracias. Lester siente vergüenza y yo más. Le comento que hace unos días vi esa misma situación, un españolito de a pie, el típico, cuarentón, gordito y calvo le contaba batallitas a una cubana de bandera que, efectivamente, le reía las gracias y le daba mimitos en un restaurante. Yo en la mesa de al lado escuchaba la cantidad de estupideces que él contaba y observaba las artes interpretativas de la actriz cubana. Creo que no sentí tanta vergüenza de ser española desde que Aznar se hizo la famosa fotito con Blair y Bush para celebrar la guerra de Irak.

Al jinetero se le reconoce fácilmente, a ellas también. Por lo general van vestidos de Armani, te miran de otra manera. Desde luego a mi no se me acercaban, tras dos meses de viaje sin poder lavar la ropa decentemente era evidente que un jinetero no iba a conseguir mucho de mi.


Esta pareja me enseñó su casa por un par de dólares, las condiciones en las que viven no son ni fotografiables, no recuerdo haber visto nunca una situación tan lamentable, viviendo en una casa completamente en ruinas, entre escombros.

Existen dos habanas muy diferentes. Una parte muy turística asquerosamente limpia y fachada de una realidad que no existe y otra parte metáfora de la situación real. Cuba poco a poco se derrumba.

En Cuba se aplica constantemente aquello de “La Excepción que confirma la regla”, salvo que la regla nunca se confirma. Todo lo que aprendes, es muy probable que lo tengas que desaprender al día siguiente, pero los cubanos nunca se pierden entre tanta regla y excepción.





                                         Taxi barato
Por ejemplo los taxis. En la Habana hay dos tipos de taxi, unos caros que suele utilizar el turista y otros baratos. Los caros se supone que te llevan donde les indiques, y ese taxi está a tu disposición hasta que te bajes de él, pero es muy probable que en algún momento dado se te suba alguien, o que la norma cambie y te encuentres con un taxi de los caros y se convierta en uno de los baratos. Para distinguir los caros de los baratos solo hay que ver el modelo de coche. Si es de los más antiguos tipo años 50 es de los baratos. Pero éstos es posible que se conviertan en caros en un momento dado. Los taxis baratos tienen una ruta fija, suelen ir solo por las avenidas principales y nunca se desvían, aunque también es probable que te topes con alguno en calles secundarias, todo depende del momento.

Pues así con todo. Estar en Cuba es como vivir en una burbuja detenida en el tiempo, es como estar de repente en una película de los años 50, estar en Cuba es lo más parecido a flotar perdido en el espacio, tanto te puedes encontrar del derecho como del revés.

Aquí todo es fácil pero a la vez inversamente proporcional a lo difícil que es conseguir algunas cosas, como por ejemplo una botella de agua. Alguien imaginaría que es de las cosas más sencillas de encontrar, siempre y cuando no te encuentres en mitad de un desierto, claro. Pues aquí parece que el agua debe tener su propia ley seca, es probable que una cafetería o restaurante no venda agua, pero en otras sí, o que solo vendan agua pero con gas y no natural. Lo mismo en las tiendas de comestibles, algunas venden agua, otras no.

O por ejemplo Internet. En teoría solo pueden disponer de servicio de internet las empresas extranjeras y hoteles. Los cubanos no pueden contratarlo, solo pueden ir a casas de internet donde la red está controlada por el estado y por supuesto ¡olvídense de bajarse ningún tipo de información!. Muchas de las páginas están vetadas y no puedes acceder a ellas. Los extranjeros sí pueden contratar una línea de internet pagando una suma alrededor de los $200 al mes por 125Kps de velocidad, es decir, la mitad de lo que teníamos en nuestros inicios cuando nos conectábamos por teléfono que creo eran 250Kps.

El extranjero no puede, en principio, contratar una línea de teléfono, solo los ciudadanos cubanos, pero sólo pueden contratar una y nada más que una línea por lo que entre extranjeros y cubanos se las apañan para intercambiar sus contratos. Aún así, con esos precios, el cubano de a pie no podría jamás pagarse una línea de internet. Tampoco os podéis fiar mucho de estas líneas porque cada cubano te explicará una versión diferente del asunto, porque tras cada regla existe su excepción que la confirma, o que no la confirma, todo depende.

En Cuba existen dos tipo de monedas: Los CUC que es para los turistas y la moneda Nacional que es para los Cubanos. También hay restaurantes para unos y otros, se distinguen por la moneda que usa. Para que os deis cuenta de la diferencia. Una pizza en un restaurante CUC vale entre 2 y 4 dólares. Una pizza en un local cubano 25 céntimos de dólar.




Los primeros días, como buena turista, cometí el error de ir a los restaurantes CUC, evidentemente eso cambió en cuanto empecé a conocer a cubanos que me enseñaron cómo se vive aquí gastando siempre menos de 1 dólar en cada comida, pero es cierto que en los restaurantes que frecuentan ellos la comida que se sirve es muy básica sándwich de jamón, de tortilla y Pizza.

Una curiosidad cubana: por matar una vaca te pueden echar entre 20 y 30 años de cárcel. Por matar a un hombre unos 10 años. La comercialización de la carne de Res está prohibida y solo la controla el estado. También existen cartillas de racionamiento. Algunos elogian esta medida porque dicen que de esa manera ningún cubano pasa hambre, la realidad es muy diferente, la realidad es que si es cierto que te dan comida, pero la cantidad para una semana no llega ni a la mitad de un día de comida. Desgraciadamente algunos cubanos sí pasan hambre.

Una vez sabido los entresijos de las leyes propias de la Habana, el resto es coser y cantar. Mi primer día en Cuba ya consigo una acreditación completa al festival de cine joven de cuba que se celebra justo en los días en que estaré ahí. Me sorprendió la critica brutal de la mayoría de las películas al gobierno de Fidel, es cierto que los cortos menos controvertidos se expusieron en la inauguración que es cuando más gente hay, pero el resto de la semana se exhibieron un bombardeo de críticas, increíble cuando sabes que el festival está financiado por el gobierno.

El segundo día consigo comer con uno de los directores de cine más conocidos de Cuba Ian Padrón y su padre, el Walt Disney cubano, Juan Padrón. El tercer día una cosa me lleva a la otra y me invitan a un curso de fotografía de Pedro Abascal, uno de los fotógrafos más reputados de Cuba quien me deja asistir a sus clases gratis. Gracias a eso conozco a Lester un poeta donde los haya que me invita a asistir a sus reuniones con otros artistas de distintas disciplinas con lo que voy cada día conociendo a más y más gente. 


                                                                                                                     David
Ya para el cuarto día camino por la Habana vieja y en cada esquina me van saludando unos y otros, para el cuarto día ya me siento una cubana más. En mi quinto día organizo un rodaje para un videoclip, el artista un chaval de enorme talento. David tiene veintipocos años, viene de un pueblo en medio del campo cerca de Santiago de Cuba. Me cuenta que él y cualquier cubano que no sea de la capital, necesita un permiso de residencia para estar en la Habana. David se gana la vida como trovador recibiendo alguna limosna que otra de los turistas pero tiene una sensibilidad que solo los genios poseen. Pablo Milanés le escuchó cantar y le ofreció grabar una demo completamente gratis en su estudio. Yo le escuché y se me erizó la piel, así que en los días siguientes entre la grabación del videoclip, cursos de fotografía y el festival de cine sentí la habana como si fuera mi hogar.

La Habana me recuerda muchísimo a Nueva York. Sí, a la misma. Muchos ya se echaron las manos a la cabeza cuando lo dije en medio del la Habana vieja y seguro vosotros también, pero la energía artística que se respira aquí solo se puede comparar con mi amada ciudad. En cada esquina de la Habana hay arte, música, poetas, pintores. Los artistas underground se suelen reunir en 23 y G, una intersección de dos grandes avenidas. Ahí en la calle, la gente saca sus guitarras y entre canción y canción se leen poesías, se habla de política, de la situación o no situación de cuba, se habla del enemigo y de pasados fantasmas.

Entre unos y otros se retroalimentan mutuamente con un respeto que me impresionó. Cuando me invitaron a asistir a tales reuniones solo pude callar, callar y escuchar con la boca abierta. Artistas de la calle que apenas sobreviven con 5 dólares al día finalizan su día en 23 y G para conectarse con otros artistas, para crecer y poder continuar al día siguiente con sus quehaceres. 

La Habana me ha recargado, ha conseguido que me de cuenta de por qué decidí dedicarme a lo que me dedico, como la gran mayoría de ellos, a sobrevivir y tratar de dar rienda suelta a mi necesidad de expresar algo sin saber muy bien qué es. La conexión que he tenido en la habana con esos artistas callejeros hace ya mucho, mucho tiempo que no la sentía. Aquí en el “primer” mundo (y lo de “primer” lo digo con cierta vergüenza), se ha perdido la esencia del arte. Los artistas buscan solo ya el éxito facilón y banal, sin darse cuenta de que ese éxito es efímero, que se esfuma con la facilidad con que sopla el viento cambiando de tercio, casi sin darte cuenta. Los artistas del primer mundo no se dan cuenta de que tanta concesión a la venta de una obra solo conlleva a enturbiar la esencia, la razón de ser de la misma, por eso, hace ya mucho que la conexión con otros colegas desapareció, porque entre todos enturbiamos nuestra razón de ser y de actuar solo para conseguir un éxito que en realidad no existe, por eso en la Habana creo haberme encontrado un poquito, solo un poquito. Hace poco conversando con una gran amiga me aconsejaba que dejara de luchar, que podía hacer muchas otras cosas en vez de tratar de hacer cine. Por un lado le doy la razón, dejar de luchar por conseguir ese éxito efímero, facilón y banal, sí, pero mis amigos de 23 y G me recordaron que esto de la creación no se elige, uno crea o no crea, sin que eso sea mejor o peor, pero el que nace con esa necesidad muere con ella independientemente del éxito conseguido. 

                                                                                                                     Lester
Me despedí de la Habana y de mis grandes amigos artistas en una mágica noche. Yo ya estaba en la cama durmiendo, a las dos de la madrugada tenía que levantarme para ir al aeropuerto. Sobre las 23h. alguno de ellos andaba bajo mi ventana, tirándome piedrecitas para que despertara, exigiéndome que me vistiera y les siguiera. Una última noche de rumba. Completamente hipnotizada por su magia no lo dudé ni un instante, me vestí y allá que fuimos a 23 y G, nos sentamos en el suelo y guitarra en mano conseguimos que otros se nos unieran. Noche de rumba, boleros y poesía. David dice que no hay tiempo para lágrimas. Me despedí aguantando la emoción, bajando aquella avenida mientras escuchaba mi nombre en las letras improvisadas de las canciones de los trovadores cubanos que me llamaban brujita mágica. Gracias Gordo, gracias David, gracias Lester… Gracias trovadores y poetas, nos vemos pronto.

Ahora ya habiendo regresado a mi mundo me siento algo extraña, se que en un par de días volveré a la normalidad ya que el ser humano es animal de costumbres, solo espero que me quede algo de lo aprendido en este viaje, un consejo de mi amigo el poeta Lester: hay que aprender a desaprender. Espero que no se me olvide desaprender lo aprendido en este primer mundo, porque lo aprendido en el tercero me parece más interesante, más real, más humano. Espero no volver a enturbiarme y que esa esencia prevalezca para que quizás con el esfuerzo de algunos las cosas en este mundo mío tan enfermito por el ansia de dinero y de poder se vaya curando poquito a poquito.

Aquí finaliza, por el momento, este blog, que aunque feliz de poder lavar, por fin, mi ropa en una lavadora, y disfrutar de mi agua caliente y cama sin chinches ya sueño con el próximo viaje.



jueves, abril 03, 2014

EXPEDICIÓN A LAS ISLAS DE KUNA YALA (ISLAS SAN BLAS)

DÍA 1. EMBARCANDO HACIA LO DESCONOCIDO

Emprendemos la expedición hacia las islas de Kuna Yala, popularmente conocidas como Islas de San Blas. Ya nos advirtieron anteriores exploradores que investigaron la zona que fuéramos preparadas.

El equipo humano de expedición lo formamos cuatro mujeres: Lourdes, guía e indiscutible experta de la zona de Kuna Yala; Beatriz, nuestra contable que controlará diariamente que el presupuesto de nuestra expedición no entre en números rojos; Carmen, cocinera donde las haya, hambre no vamos a pasar; y yo misma encargada de documentar nuestro viaje.

Para llegar a Kuna Yala debemos atravesar parte de la selva que separa Kuna Yala de la civilización. Al llegar a la frontera, un grupo de Kunas nos detienen para comprobar nuestras identificaciones, pasaporte y demás documentos. Lourdes entrega su pasaporte destruido por el Moho debido a una inundación ocurrida hace unos meses en su casa, eso nos hace temer a al resto del grupo que la expedición pueda llegar a su fin antes de comenzar, pero todas, por consenso, decidimos que en tal caso, ya que la expedición es más importante que ninguna de nosotras, deberíamos abandonar a Lourdes a su suerte con los Kuna y el resto del grupo proseguir con el plan inicial, llegar a las islas.

Milagrosamente, dejan entrar al territorio Kuna a Lourdes así que para alivio del resto, no tendremos que vernos en la obligación de abandonar a nuestra compañera.

Ya atravesada la selva de Kuna, tras varias horas de caminos tortuosos, llamados “los senderos del vómito”, llegamos a un puerto Kuna. Allí otra frontera económica nos espera, los Kuna nos hacen pagar otra tasa imprevista, lo cual hace que Beatriz se tire de los pelos ya que no estaba presupuestado en el informe de nuestra expedición, habrá que ir rebajando gastos si queremos cumplir con lo previsto, pero una vez llegadas ahí no hay más remedio que continuar, no tendría sentido regresar y abandonar.

Una barca nos llevará a una isla desconocida, no era la isla que inicialmente habíamos planeado visitar, pero es que los Kuna tienen aquí mucho poder, tanto que son ellos los que te indican a qué isla ir. Pretendemos, una vez en esa isla desconocida, si el presupuesto nos da para el soborno, escaparnos de la supervisión de los Kuna y conseguir llegar a Chichimei, la isla de los tres mares, la  que inicialmente pretendíamos explorar.

Llegamos a la isla desconocida, pero no vemos ningún interés antropológico en ella por lo que decidimos sobornar a nuestro barquero para que nos abandone a nuestra suerte en otra más interesante para nuestros estudios. Concertado el nuevo precio nos abandona en Isla iguana, un islote de unos 300 metros cuadrados completamente desértico. Suerte que vamos preparadas: nevera de 60x50x50 cm, suficiente para almacenar algunos snacks, cerveza y vino, también hemos traído sedal con su respectivo anzuelo para pescar. No hay por qué alarmarse.

Cae la noche y el hambre arrecia. Lourdes encargada de la fogata advierte que no hemos traído mechero para encenderla. Empiezan los problemas. Yo dispuesta a empezar a pescar para proveer a mis compañeras de alimentos saludables, pescado caribeño. Revisando el material de pesca me doy cuenta de que se trata de material para pescar tiburones. Sedal de un grosor parecido a un cordón de zapatos y un anzuelo de unos 10cm que flota gracias a un pequeño delfín sonriente que bien serviría para jugar con él en una bañera llena de espuma. Me pregunto por qué Lourdes habrá traído tal juguete si sabíamos de sobra que en la isla no dispondríamos de bañera alguna y menos de agua dulce y caliente para jugar con el delfinito. Trato de pescar con él pero desisto al escuchar a todos los peces de a mi alrededor reírse a carcajadas bajo el agua riéndose de mi ingenuidad. Trato de explicarles que yo fui pescadora aventajada en mis tiempos, pero las carcajadas son tan insoportables que me doy por vencida. Los peces caribeños no son tan tontos como nos imaginábamos.

Primera noche de hambre, todavía tenemos provisiones de patatas y galletas, es mejor dormirse temprano y mañana tratar de encontrar alguna manera de pescar algo.


DÍA 2. RECONOCIENDO EL TERRENO

La noche la hemos pasado prácticamente en vela, un vendaval casi hace volar ambas tiendas de campaña con nosotras dentro, ya que éstas están desprovistas de clavos para engancharlas a tierra,  Yo me he pasado la noche agarrada a uno de los vértices de la tienda para que no se me llevara mar adentro.

La isla, a pesar de su diminuto tamaño tiene la capacidad de ocultarte si así lo deseas. En varias ocasiones hemos perdido de vista a nuestra compañera Carmen con gran pánico del resto del grupo. Nunca se debe de perder a la cocinera de vista, ¡nunca!. Carmen se defiende con algo de razón. No hay comida que cocinar, así que ella pretende tomarse un par de días de vacaciones.

A media mañana nos damos cuenta de que unos ojos blancos como la leche parpadea tras un grupo de palmeras. Un par de Kunas aparecen, Luis y Paly, al parecer protectores de la isla. Parece que vienen en son de paz y por un NO tan módico precio nos arreglan el problema de la comida... por hoy. Beatriz accede a soltar algo del dinero de la expedición pero con la condición de que desistamos en la idea de llegar hasta chichimei. Nos quedaremos con las ganas pero la comida es más importante.

                                                                                         Los Kunas Paly y Luis llegando a la isla
Lourdes y yo no desistimos en nuestro empeño por pescar y proveer a nuestro equipo con alimentos. Llegamos a la conclusión de que quizás si arrastramos el grueso cordón-sedal mientras nadamos los peces puedan llegar a confundirse y picar el anzuelo. Tras una mañana de duro trabajo atormentada por las carcajadas de los peces caribeños que descojonados se burlan de ésta nueva forma de pesca europea, desisto en mi empeño. No vamos a pescar. No vamos a tener comida para el resto de los días que nos quedan de expedición. El hambre empieza a hacerme desvariar.

Esta noche sí cenaremos con la NO tan económica cena que nos han vendido los Kuna Luis y Paly que tal y como llegaron, desaparecieron con el botín. Felices, estamos tranquilas porque tendremos comida para ésta noche y mañana a mediodía. Lourdes insiste que aún podríamos pescar, yo no quiero ser aguafiestas pero lo dudo mucho.

                                                       Limpiando el pescado de los Kuna



DÍA 3. EXPEDICIÓN SUBMARINA

La isla amanece más tranquila. Desayuno un par de galletitas, de las pocas que quedan. Lourdes, nuestra guía experta se ha vuelto a topar con los Kuna y ha podido negociar una expedición a otra isla, la verdad es que Isla Iguana (300m cuadrados) ya la tenemos más que vista. Por un NO tan módico precio nos llevarán a Isla Perro, Isla Hundida y a una isla secreta. Por el precio nos darán cervezas hasta reventar. El grupo aplaude la iniciativa de Lourdes y nos ponemos en marcha para cocinar primero el pescado restante de ayer y así comerlo antes de partir. No se vaya a poner malo.

Con estupor descubrimos que alguien se dejó nuestra preciada nevera abierta durante toda la noche y el pescado se ha podrido. Se ve que la sombra de la palmera no es suficiente para guardar el frío. Volvemos a la hambruna.

La sola idea de no poder comer hace que ya me maree. Por suerte nos queda un meloncito diminuto que podemos repartir entre las cuatro y unas cuantas nueces que sobraron de la noche anterior. Lourdes está convencida de que desde la barca pescaremos, incluso con su sedal para tiburones, una docena de peces para la cena y que nos “hartaremos a comer”.

Llega la hora de la expedición y nuestros guías kuna Luis y Paly no aparecen, al final son otros kuna desconocidos lo que nos harán la ruta. El precio será el mismo, pero sin la visita a la isla secreta ni por supuesto la desorbitada cantidad de cerveza que nos habían prometido y que serviría también de alimento engañando a mi pobre estómago con su cebada.

Mi máxima en éste viaje es ver delfines, pero el sonido de mis tripas hace huir a todo delfín viviente de la zona así que no tengo la posibilidad de deleitarme con su presencia y danzar con ellos bailes caribeños bajo el mar.

La isla hundida tiene su gracia, pero no es más que eso, una isla hundida llena de estrellas de mar tan escondidas que solo pudimos ver una y de una fauna muy curiosa parecida a un campo de golf con sus pequeños arbolitos.

Isla perro resultó más interesante para mi, un barco hundido, muy cerca de la zona al que pude acceder buceando. Miles de peces caribeños saludaban mis tripas. He de admitir con cierta vergüenza que cada vez que me ponía a seguir uno mi mente lo visualizaba asado en la fogata de nuestra playa Iguana. En más de una ocasión me vi en la obligación de disimular cuando el pez en cuestión me miraba con ojos saltones preguntándose por qué me relamía tanto.

Volviendo a nuestra isla, Lourdes cumple con lo prometido y echa el sedal mientras la barca nos lleva de regreso. Yo, con las tripas doloridas voy mirando a popa de vez en cuando para comprobar si Lourdes, ducha en las artes pesqueras ha conseguido su objetivo. De lejos vuelvo a escuchar a los peces descojonados de risa al que se han sumado a la juerga algún delfín y un par de tiburones que no pueden evitar disimular su sonrisa maliciosa.

Regresamos, como era de esperar a nuestra Isla Iguana con las manos vacías, sin nada que llevarnos a la boca. Lourdes va en busca de los Kunas protectores de la isla, los que aparecen y desaparecen cuando menos te lo esperas. Regresa llena de satisfacción con un nuevo trato. Los Kuna nos darán una suculenta cena de Pollo, arroz y una gran ensalada, también nos invitarán a cervezas y a ron por un NO tan módico precio. Beatriz, la contable del equipo, se echa las manos a la cabeza, hacemos recuento céntimo a céntimo de lo que nos queda, ya hemos superado con creces nuestro presupuesto, pero es que ahora se trata de vida o muerte. Damos a los Kuna todo lo que tenemos guardando el dinero justo para poder regresar a puerto.

Por otra parte, yo, que no me puedo imaginar de donde sacarán un pollo los kuna en tan aislado paraje, pues no se ha visto en la zona ningún tipo de animal que no proviniera del mar, decido no pensar mucho y lanzarme a la cena.

Las cuatro nos sentamos sin poder de dejar de sonreír esperando la suculenta cena. Ésta llega y nuestras sonrisas se desvanecen. Nuestra suculenta cena, pagada a precio neoyorquino, se reduce a unos cuantos trocitos de algo que se parece a sepia y un grupito de verduras al lado.


Respiro hondo. El hambre me nubla la vista. Me mareo. Intento calmar mi ansia pero me siento cada vez más débil. Tengo alucinaciones imaginándome un pavo asado en mi plato, hasta lo veo requemado, pero intento hincarle el diente y lo único que me encuentro es con el aire calenturiento de la isla mezclado con sal y arenilla. Sin pensar me levanto dispuesta a comerme al otro pavo que diviso a lo lejos cacareando, ésta vez del tamaño de un potrillo. A metro y medio de él veo que se trata de un kuna. Él con ojos de sorpresa me advierte con la mirada que deje de morderle la yugular, a mi ya me sabía a gloria. Despierto de mi ensueño con el correspondiente cabreo al darme cuenta de mi error y trato de explicarle al Kuna con barbas que el precio convenido no se corresponde con la comida servida. Como era natural eso da lo mismo. Estamos en una isla desértica donde no hay nada más que millones de peces descojonados por nuestra incapacidad de pescar.

Finalmente acabamos la noche como solo podíamos hacer, olvidado las penas tras un trago de ron y múltiples cervezas que, esta vez sí, los Kuna, que se han apiadado de este grupo de exploradoras sin causa, nos han invitado. Jolgorio que durará hasta altas horas de la madrugada. Yo decido regresar a mi tienda de campaña para realizar ejercicios de meditación ya que no nos queda absolutamente nada de las provisiones que trajimos y mañana hasta marchar de la isla tendré que aguantar hasta el medio día sin probar bocado.


Pero es que son gajes del oficio y es que por mucho que una sepa de pesca, nunca es suficiente.